julio 6, 2024

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Columna de Daniel Tristán

El amor en tiempo de Fake News | Columna de Daniel Tristán

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LaguNotas Mentales

 

Es necesario remontarse al pasado dando un salto enorme en la línea del tiempo de la humanidad para ubicar el origen de lo que hoy conocemos como fake news. Si bien el término es actual y se remonta a no más de una década de haber surgido (incluso “fake news” fue la frase más googleada en el año 2017), el uso de la información falsa, con distintos fines, ha sido usada desde épocas remotas de la sociedad humana.

Valdría la pena comenzar por definir dos conceptos básicos para comprender el tema desde la raíz. 

Noticia.- Comunicación o informe que se da acerca de un hecho o un suceso reciente, en especial si se divulga en un medio de comunicación.

Fake News.- Son un tipo de falsedad que consiste en un contenido pseudo periodístico difundido a través de portales de noticias, prensa escrita, radio, televisión y redes sociales cuyo objetivo es la desinformación.

En sus inicios, las fake news vieron su surgimiento lejos de los medios de comunicación, incluso mucho antes del surgimiento de la imprenta. En nuestro país hemos arropado una de las noticias falsas más grandes de todos los tiempos: la aparición de la Vírgen de Guadalupe a Juan Diego. Sin el menor afán de poner en tela de discusión la fe y las creencias de los católicos, considero que a estas alturas del partido se puede decir sin pelos en la lengua que tal evento jamás sucedió. La historia de la aparición de la Vírgen a Juan Diego responde a una necesidad de los católicos de depositar su fe en algo más tangible. De ahí las estampillas de Santos, el Cristo en la cruz en el 95% de los hogares mexicanos, etc.

La magnitud de esta noticia falsa fue tal que sentó las bases de una devoción desbordada que al día de hoy cuenta con millones de creyentes que, sin cuestionar la veracidad del evento en el Cerro del Tepeyac, depositan su fe ciega en lo supuestamente sucedido a un indígena que probablemente jamás existió.

Hay fake news de antaño, como la aparición de la Virgen que lejos de causar un mal a la sociedad le dan identidad y representan los cimientos de un sistema de creencias que dará forma al folklore y las tradiciones de la misma. Otro ejemplo de una noticia falsa que se permeó a través de los años y hoy en día continúa sin perder vigencia es la leyenda de la llorona. Aquella desdichada mujer que perdió a sus hijos y deambula por las noches llorando su desgracia. Da la casualidad que, a falta de datos comprobables acerca del suceso, en nuestro país cada pueblo tiene una versión distinta de “Llorona”, al igual que cada país en el mundo tiene una versión de “Vírgen María” perfectamente adecuada a su idiosincrasia. De ahí que las representaciones de María en las pinturas europeas del renacimiento sean la de una mujer de raza anglosajona y cabellos rubios, y la María que tuvo buen tino a aparecerse en el Tepeyac era morena y de cabello negro.  

Con el surgimiento de los medios de comunicación y la prensa escrita, la divulgación de las fake news quedó en manos exclusivamente de periódicos y más adelante la radio y la televisión. El flujo de la información falsa surgía del medio de comunicación, llegaba a la sociedad y esta era la que se encargaba de asumirlo como una verdad irrefutable y divulgarlo por todo el país creando el efecto de lo que hoy conocemos como “noticia viral”. Ejemplos concretos pueden ser la caída del sistema en las elecciones presidenciales de 1988 que le dieron el triunfo a Carlos Salinas de Gortari. Otro ejemplo más reciente es el rescate imposible de Frida, la niña que nunca existió, pero que mantuvo cautiva a toda la nación pegada a su televisor disparando los niveles del rating de Televisa durante la cobertura del sismo de septiembre de 2017.

Actualmente las noticias falsas se han remontado a su orígen, en el que no era necesario que pasaran por el filtro de los medios de comunicación para ser divulgadas. Hoy en día es la misma sociedad, armada con sus teléfonos celulares, la que se encarga de crear contenidos de dudosa veracidad y esparcirlos a diestra y siniestra. Los peligros de estas acciones no son menores, pues el resultado es un estado de psicosis que ha llegado a salirse de control. Quedan en la memoria social inmediata el par de campesinos que fueron quemados vivos en Puebla tras ser acusados de secuestro sin ninguna prueba o la histeria colectiva desatada por la divulgación, sin argumentos, del desabastecimiento de gasolina en Guanajuato esta semana.

Al final del día las noticias falsas surgen por borbotones segundo a segundo en cada rincón del país y del mundo entero. Resulta inútil luchar contra el monstruo de las fake news pues este hace presencia en terreno de la política hasta el de la cultura pop por igual (la cabeza congelada de Walt Disney para resucitarlo en el futuro o la muerte de Paul McCartney en los 70s y su supuesto reemplazo por un doble).

Es tarea del ciudadano hacer el filtraje y asumir su responsabilidad de informarse de fuentes confiables. Ni los chupacabras, ni los portadores del VIH que dejan agujas infectadas en las salas de cine podrán causar daño a una sociedad que verifica el origen de las noticias que consume. Lo importante no es la información que surge, lo importante es qué es lo que hacemos nosotros con ella.

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¡Feliz tercer día internacional del gato! | Columna de Daniel Tristán

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LAGUNOTAS MENTALES

Estimado lector, a lo largo del año se celebra el día internacional del gato tres veces. Si, tres veces, y básicamente se debe a los siguientes motivos. El primero es el 20 de febrero y se debe a que ese día murió Socks, minino del ex Presidente de E.U.A. Bill Clinton, por lo cual queda claro que el único ser más poderoso que un Presidente de E.U.A. es el gato del Presidente de E.U.A.

El segundo día es el 8 de agosto, fecha establecida por el Fondo Internacional para el Bienestar Animal. Y el tercero es el 29 de octubre, establecido por la experta en mascotas Collen Paige, con la intención de promover las adopciones felinas en una época del año en la que, estúpidamente, muchos gatos negros suelen ser sacrificados. Anyway, los gatos se festejan tres días al año porque a final de cuentas se les da la gana. Dentro del marco del 3er día del gato de este nefasto 2020 les comparto estas ideas random sobre mi experiencia de despertar día a día con el amor incondicional de mis tres mininos: Louie, Mina y Pepper. 

¡Siempre los voy a amar hijueputas!  

  • Vivir con tres gatos es tener acceso al triple de dicha, amor y alegría, pero también implica limpiar tres veces más mierda el arenero.
  • El amor del gato es el más puro al que un ser humano pueda aspirar en toda su vida. Nadie puede amar más fuerte que un felino.
  • Si todo el mundo cogiera diario y tuviera un gatito en casa las guerras simplemente no existirían.
  • El universo entero está en los ojos de un gato, una vez que uno los mira se pierde a sí mismo ante la inmensidad, ante el magnetismo del abismo.
  • Hay un pequeño espacio entre la quinta y sexta cerveza en la que el gato y tú hablan el mismo idioma y se entienden a la perfección. Palabra y maullido se funden para crear un canal de comunicación uniforme en el que todo se devela. No hay un solo “bla” ni “miau” malinterpretado ni fuera de lugar. Después de ese sexto trago todo vuelve a ser caos.
  • Los gatos son relojes, son máquinas puntuales que no perdonan un retraso (por mínimo que sea). Comen a tiempo, duermen a tiempo, te ignoran siempre a tiempo.
  • Aceptar a un gato en tu vida es renunciar por los próximos doce o quince años a tu espacio personal. No hay, no existe.
  • Todo lo que crees poseer en realidad le pertenece al minino, tómalo a préstamo si quieres. Si no puedes largarte.
  • Hacerle daño intencionalmente a un gato es firmar tu pase a la más dolorosa, lenta, indigna y siniestra de las muertes. El karma siempre llega. 
  • De todos los espacios en el universo en los que el gato pueda merodear va a elegir, invariablemente, el que menos te parezca adecuado a ti. Hará hasta lo imposible por dejar huella donde más te duela.
  • Para jugar con un gato se debe estar dispuesto a perderlo todo, no solamente el juego, también un ojo. Si algo ha de ganar el humano que juega contra un gato son cicatrices.
  • Al gato no le gusta arañar sillones, le gusta arañar TUS sillones.
  • La cama no es tuya, es del gato y deberías agradecer que te comparte su espacio.
  • Decidir adoptar un gato negro es lo mejor pues nunca se le nota cuando está sucio.
  • No hay nada más hermoso que ver a un gato jugar con su propia sombra, pues parece como si fueran dos gatos.
  • Es una ley universal que el gato siempre terminará comiendo mejor que tú.
  • El gato no ve. El gato observa, cuestiona y juzga.
  • Hay algo inexplicable en la mirada de los mininos, algo saben (y lo saben bastante bien) pero se niega a decírnoslo pues ese secreto es su tesoro.
  • Pocos entienden el amor que un humano puede llegar a sentir por un minino pues puede ser incluso más grande que el que puede sentirse por los de su misma especie.
  • Una vez que un humano hace vínculo con un gato está condenado a caerle bien a todos los gatos, a los callejeros también. Se obtiene una especie de certificación de humano aceptado en el mundo felino.
  • Tener gatos es acostumbrarte a gastar en juguetes caros para que los ignoren y se diviertan más con las cajas en las que venían empaquetados.
  • En todas las casas hay fantasmas y los gatos los ven, punto.
  • Cuando un gato está feliz y hace “prrrrr” todo en el mundo toma su lugar, hay armonía inquebrantable.
  • Regla de oro al tratar por primera vez con gatos: jamás te les acerques o te van a asesinar. Siéntate a esperar, si ellos se acercan siéntete digno. Si no se acercan olvídalo, no les interesas.
  • Cuenta la leyenda que cuando un gato te da masaje en la barriga en realidad está calculando tus puntos vulnerables en las vísceras para poder asesinarte, aunque al final el amor por ti les gane y no lo hagan. 
  • El gato no es estúpido, todos los días piensa en largarse de casa y no volver, pero no está dispuesto a renunciar a ti como sirviente.
  • Hablarle chiqueado a un gato te hace ver pendejo, el mismo gato lo piensa y si pudiera te lo diría en la cara.
  • Si tu gato te sigue a cada rincón de casa en el que estés siéntete honrado, pues su amor por ti es ligeramente superior al odio que te tiene.
  • Cada vez que despiertas y tu gato está sentado al pie de la cama observándote fijamente te sirve de entrenamiento para cuando abras los ojos y la muerte (o los cuervos, o las brujas) te sorprendan y te digan “Hasta aquí”. Esas pesadas miradas matutinas no son en vano, pues tanto el gato como tú sabes que morirás en cama.
  • Cuidar, proteger y amar profundamente a un minino es la mejor inversión que uno puede hacer en vida, pues al momento de partir habremos de encontrarlos nuevamente y tendremos con quién dormir calientitos por toda la eternidad.

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El semáforo en amarillo, el planeta en rojo | Columna de Daniel Tristán

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LaguNotas Mentales

No pocas veces se ha puesto sobre la mesa la manera maquiavélica en que la industria farmacéutica opera. Básicamente el objetivo es mantenernos enganchados, obligarnos a consumir a toda costa tal o cual medicamento para mantener funcionando una de las industrias más grandes del planeta. Pareciera un chiste pero no es más que la realidad. Uno llega al médico con un dolor de cabeza, el cual le arreglan con pastillas, mismas que al mitigar la jaqueca le dañan el hígado, y al tratar este segundo mal resulta que ya se le dió en la torre al páncreas y total que el efecto dominó nunca se acaba. La industria farmacéutica se ha regido básicamente con la premisa de “tapar un hoyo para destapar otro”, o como la sabiduría popular reza: “Salir de Guatemala para entrar a Guatepeor”.

En terrenos más cotidianos sucede lo mismo con los mecánicos automotrices a quienes se les pide reparar la bomba de gasolina del auto pero durante la maniobra resulta que ya le encontraron diez fallas más al vehículo. En pocas palabras un simple dolor de muelas termina convirtiéndose en un cáncer y cuando uno pensaba solucionar un problema de pronto se ve con un puñado de contratiempos más. el cuento de nunca acabar.

La nueva normalidad acarreada por la pandemia de covid-19 nos ha convertido a nosotros en un verdugo similar. La cuarentena obligó a la mayoría de la población a encerrarse en casa por meses. Durante ese periodo muchos fueron los que hicieron alarde sobre el supuesto respiro que se le estaba dando al planeta. Las redes sociales se inundaron de imágenes y publicaciones de la gente que celebraba cómo la naturaleza comenzaba a dar señales de recuperación. Algunos animales eran vistos retomando el lugar que les pertenece en las grandes ciudades y los índices de contaminación se redujeron dramáticamente enfrascando al país entero en un paraíso ecológico antes imposible de siquiera imaginar.

Poco nos duró el gusto, a pesar del optimismo (¿o ingenuidad?) de aquellos que pregonaban que quien saliera de la cuarentena sin aprender que era momento de retomar el rumbo del bien ecologista no había entendido nada. Se esfumó en un abrir y cerrar de ojos esa efímera solidaridad con la naturaleza. Con la mayoría del país en semáforo amarillo los mexicanos hemos salido a las calles nuevamente contaminando aún más de lo que ya lo hacíamos en la vieja normalidad.

Se olvidó rápido la consciencia de reducir el uso del auto, se olvidó lo bonito que era ver el cielo limpio y los animales retomando su sitio. La nueva normalidad ha convertido las ciudades en un mar de plástico haciendo obsoleta la reciente prohibición de dar bolsas a los clientes de las tiendas de conveniencia. Hoy en los restaurantes se usa una bolsa para poner los cubiertos en la mesa al comensal, se usa una bolsa para proteger cada bolillo que se pone en las bandejas de las panaderías y, una vez más, nos hemos convertido en nuestro propio némesis. Al igual que las farmacéuticas o el mecánico gandalla estamos “protegiéndonos” de un virus enfermando nuestro entorno. Estamos destapando un hoyo para tapar otro. Somos tan egoístas que preferimos evitar a toda costa contagiarnos aunque vaya de por medio la salud del planeta, y estaremos libres del virus pero en un entorno alarmantemente enfermo. Que conste que tuvimos la oportunidad de aprender la lección y simplemente la dejamos pasar.

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¡Alerta! ¡Generación Malcolm al mando! | Columna de Daniel Tristán

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LaguNotas Mentales.

Es 2020 y ser millennial ha dejado de ser sinónimo de juventud. Somos la generación Y, descendientes de la generación X, de los ya cada vez más obsoletos baby boomers. El control del mundo comienza a pasar a nuestras manos, tras el cambio generacional natural que ha comenzado a sacar de la jugada a la generación que nos precede. Toda una nueva población de adultos jóvenes veinteañeros/treintañeros comienzan a casarse, a tener hijos, a asumir gerencias en el sector empresarial y puestos en el gobierno. Otros más han tomado como bandera el freelance y le han hecho frente a la vida con la única seguridad de, irónicamente, no tener nada seguro.

 

Las alarmas sociales se han encendido al ver cómo nuestra generación poco a poco comienza a tomar el control del mundo. No son pocas las críticas hacia la camada de nacidos en los 90’s, esa “Generación Malcom” que creció viendo series de televisión gringas de humor estúpido, que fue niño mientras Kurt Cobain se volaba la cabeza con una escopeta y el sistema, valiéndose de un revolver, hacía lo propio con la cabeza de Colosio.

 

Ha sido motivo de debate la capacidad de nuestra generación para tomar las riendas, pues si bien hay jóvenes comprometidos con el progreso, hay también un gran porcentaje que ha engrosado los porcentajes de la informalidad. Nuestros padres, preocupados, no dejan de hacer comparaciones y “Yo a tu edad…” se ha convertido ya en su frase de cabecera.

 

Ver las redes sociales inundadas de millennials que han desarrollado una adicción a ser vistos por el mundo entero por medio de las selfies y las cadenas de retos en línea que ponen en evidencia el hambre de protagonismo de nuestros contemporáneos es, sin duda, una mala carta de presentación ante la generación de nuestros padres y abuelos. El temor de ver que ha llegado nuestro momento de tomar el timón del mundo está totalmente justificado, pero habría que detenerse un poco antes de achacarle la culpa en su totalidad a nuestra camada.

 

¿No será que nuestros padres tienen, en gran medida, la culpa de que crecieramos un tanto torcidos? Tal vez la vida le está pasando la factura por habernos puesto a la televisión como niñera, por haberle cedido la responsabilidad de nuestra educación a la pantalla de una computadora y a la consola de videojuegos. En su momento parecía una herramienta milagrosa para mantener al niño quieto, pero tal vez alguien debió advertirle a nuestros padres que tarde o temprano íbamos a crecer.

 

Si de encontrar culpables se trata, entonces deberíamos tomar todos nuestra rebanada de responsabilidad. Tan culpables fueron nuestros padres por ponernos un “Tamaggotchi” como mascota (haciéndonos creer que si el animal se moría no sucedía nada, pues se podía volver a comenzar) como lo somos nosotros por no saber revertir esa mala educación ahora que somos adultos. El patrón se repite ahora que nosotros comenzamos a tener hijos y al primer llanto descontrolado lo consolamos poniéndolo a picar la pantalla de una tableta electrónica, y mientras más horas pase hipnotizado frente a ella pues mucho mejor.

 

Así que, estimado lector, la próxima vez que le ponga el YouTube a su retoño para apaciguar sus berrinches piénselo dos veces, pues algún día nosotros llegaremos a viejos y alguno de esos valagardos que están siendo criados por “Paw Patrol” y “Dora la Exploradora” será nuestro Presidente y ahí será donde el destino nos ponga cara a cara con el karma.

 

 

 

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