octubre 8, 2024

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Elefant Records: 30 años de ser el sonido de la provincia | Por Luis Moreno Flores

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Fundador de uno de los sellos discográficos españoles más perdurables al tiempo, Luis Calvo platicó sobre indie pop, música latinoamericana y el culto a Family, uno de los grupos fundadores del  Sónido Donosti.

Por: Luis Moreno Flores

La primera vez que escuché a una banda de la disquera española Elefant Records fue a los 16 años. Era sábado (ocho y algo de la noche) y en la televisión de casa de mis padres comenzó a sonar Lloyd, I’m ready to be heartbroken de Camera Obscura (Escocia). Recuerdo, sobre todo, que pensé que Tracyanne Campbell, vocalista de la banda, era la chica más guapa que jamás había visto. Los presentadores del programa, que se daba en un canal de cable de la Ciudad de México, explicaron que la canción pertenecía a Let´s get out of this country (tercer álbum de Camera). Corrí a la computadora y bajé el disco desde MediaFire, como si hacerlo pudiera acercarme a Tracyanne.

De aquella primera toma de contacto han pasado casi 13 años, desde entonces he descubierto uno a uno a los grupos de Elefant que hoy son parte de mi soundtrack de vida. Digo descubrir porque jamás he premeditado una inmersión en el catálogo de la disquera, sino que encontré a Family (San Sebastián), Le Mans (San Sebastián), Heavenly (Inglaterra), Los Planetas (Granada), Cola Jet Set (Barcelona), Capitán Sunrise (Madrid), Band À Part (Madrid), My Little Airport (Hong Kong), Vacaciones (Murcia), Nick Garrie (Inglaterra), Die Katapult (España-Suecia)… de formas tan circunstanciales como a Camera Obscura.

Elefant Records cumple 30 años de vida en el 2019, una entrevista al respecto con sus fundadores, Luis Calvo y Montse Santalla, me pareció el mejor de los pretextos para cumplir con una de las cosas que desde hace tiempo quería hacer: conversar para intentar entender mi gusto por esas bandas de las que ellos son culpables.

Debido a mi desatención, no comprendí que los primeros correos electrónicos para pactar esta entrevista los intercambié con Montse, por tal motivo ella no estuvo presente durante la charla, no obstante, al disculparme, Luis me tranquilizó: «No te preocupes, los dos somos uno. Somos almas gemelas, si hablas con uno es como si hablaras con los dos». Se nota: casi todas mis preguntas fueron respondidas en primera persona del plural, una prueba gramatical de amor.

PREGUNTA: Siempre he pensado en las bandas de Elefant como el soundtrack de las pequeñas historias que ocurren en las pequeñas ciudades: reunirse un viernes por la noche con los amigos a beber unas cervezas, salir a pasear el domingo con un chico o chica que te gusta. ¿Elefant es el sonido de la provincia? ¿El sonido de todas las provincias de cualquier país?

Luis Calvo: Esto que dices es chulo, muy bonito. Lo nuestro es un sonido muy familiar, pequeño, provinciano, más de pueblo que de grandes ciudades, a pesar de eso siempre hemos intentado ser un sello internacional, en el sentido de que da igual que publiquemos a un grupo que canta en español, inglés, japonés, alemán o italiano, este puede ser escuchado en México o cualquier otro país.

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Noches atrás, mientras conversaba con un par de amigos, uno de ellos disparó una pregunta brutal: «¿Cuáles son las armas que ustedes van a enterrar en su jardín?». El cuestionamiento, una referencia a la novela Rendición de Ray Loriga, iba enfocado a cuáles son las bandas que nos servirán para defender al rocanrol cuando, como ahora, sucumba frente a tendencias pasajeras. Por mi parte, solo pude pensar en Family, grupo integrado por Javier Aramburu e Iñaki Gametxogoikoetxea, cuyo único disco Un soplo en el corazón fue lanzado por Elefant a finales de 1993.

Family fue la segunda banda de la disquera que conocí, elegí mencionarlos porque desde hace una década nunca he tenido una temporada en la que no los escuche. Al principio, las canciones del dúo pueden pasar por simplonas, naif y no tener mucho en común con el rocanrol, sin embargo, al convivir con ellas cada día se vuelven más memorables, al punto que es imposible no sentir un vuelco en el estómago cuando alguien más las hace sonar.

La leyenda de Family termina por funcionar cuando se le añade que sus presentaciones fueron muy pocas y que Un soplo en el corazón, además de sus maquetas iniciales es lo único que se conoce de su trabajo.

P: En San Luis, mi ciudad, existe un mini culto a Family, casi todo compuesto por amigos, pero parece que eso se replica en muchos lugares del mundo. ¿A qué se lo atribuyes? ¿Qué significa para Elefant Un soplo en el corazón?

LC: Cuando salió, el disco le gustó a mucha gente, pero año a año es más y más querido. Se ha creado un mito porque no hubo más. Es un disco valiente para la época. Era muy punk, porque entonces resultaba más punk decir te quiero y escribir letras de amor. Es mucho más fuerte eso que hacer una canción llena de insultos. Los temas son tan buenos que permanecen en el tiempo y siempre habrá alguien que reivindique a Family.

Elefant lo llevamos juntos Montse y yo, somos pareja. Cuando empezamos a salir, a ser novios, se publicó la primera maqueta de El Joven Lagarto, que era el grupo que tenían Javier e Iñaki antes de Family, masomenos tocaban las mismas canciones. Family, para mí, es importante en varios sentidos. Esa maqueta, junto con la Maqueta Azul y Un soplo en el corazón son los discos que Montse y yo hemos escuchado más en nuestras vidas. No sé cuántas miles de veces hemos puesto esas canciones. Es una pena que no toquen más.

 

P: ¿Algún día veremos de nuevo a Family?

LC: Estoy seguro de que no. Hace muchos años, una tarde en casa, Javier Aramburu vino y tocó las canciones de lo que iba a ser el siguiente disco de Family. Era la historia del viaje de un astronauta, desde que salía de la Tierra hasta que regresaba. Para ese momento no sabíamos que no iba a grabarse. Recuerdo la anécdota, pero no las canciones. Fue uno de esos momentos en los que no dimensionan lo que realmente ocurre, lo que significa. Tengo la imagen, pero no el sonido. Desafortunadamente las canciones escaparon de mi memoria.

Durante un concierto que dio Family en Madrid, a principios de los 90, se repartió su Maqueta Plateada. Montse y yo estábamos ahí. Ese material parecía imposible de reeditarse y se hizo, así que alguna sorpresa como esa habrá. No vamos a ver discos nuevos de Family, pero sí pinceladas que este año se descubrirán. Dos cosas pequeñitas.

 

P: El catálogo de Elefant tiene a bandas como los propios Family, Heavenly, Nick Garrie o Camera Obscura que se han hecho icónicas con ustedes o que ya lo eran. ¿Cómo es contar con ellas?

LC: Cada grupo tiene su propia historia, su propia evolución. Camera Obscura, por ejemplo, es uno de los grupos más importantes que hemos tenido en Elefant y que creció a nuestro lado. Ellos decidieron fichar con nosotros y sacamos sus discos por todo el mundo. Es una alegría muy grande que después de tantos años el grupo funcionase tan bien, tuviera fans de punta a punta del planeta, de Japón a México.

Nunca se sabe qué va a ocurrir con los grupos, cómo los va a recibir la gente. Somos un sello muy pasional: nos dejamos llevar por las bandas de las que nos enamoramos, cada una funciona diferente, algunas llegan a un gran público, otras un poco menos. Siempre es una sorpresa.

 

P: ¿Cómo hacen el fichaje de bandas como Pushy Parents (Suecia), Marine Life (EUA – Filipinas) o My Little Airport que están en sitios tan lejanos? ¿Son como un club de fútbol que tiene visores por el mundo?

LC: No tanto así. Cada día, recibimos maquetas de grupos de todo el mundo, estamos el día entero con investigación en internet y contactamos con las bandas que nos gustan.

Para el caso de Pushy Parents y Marine Life fueron ellos quienes nos buscaron. Con My Little Airport fue un poco diferente: durante el viaje que hicimos en 2005 a Japón para la gira de La Casa Azul (Barcelona) y Niza (Madrid), nada más llegar, fuimos a una tienda de discos en Shibuya con la que trabajamos desde hace años, pero que no conocíamos físicamente a sus encargados. Al entrar, sonaba el disco de My Little Airport, me quedé alucinado, dije ostras qué es esto. Me enseñaron el disco, lo compré y en España les escribí para publicarlo con Elefant, porque ellos se habían autoeditado ese primer material y nosotros lo sacamos para todo el mundo. Fue un flechazo. Un momento de mucha euforia. Era nuestra primera visita a Japón, íbamos con los concierto y a conocer a varios amigos. Llegar y escuchar aquello fue como ostras qué guay.

P: En tus sueños más salvajes, ¿a qué otras bandas te gustaría que Elefant publicara?

LC: Uffff… ahora mismo es una pregunta muy difícil. Me gusta Alvvays (Canadá) desde que sacaron sus primeras maquetas. También sería bueno tener a Princess Chelsea, una chica de Nueva Zelanda, y a Kero Kero Bonito (Inglaterra). Hay muchos grupos que me gustan, pero si ya tienen sello y sacan sus discos para mí es suficiente. Lo importante es que las cosas bonitas salgan a la luz y alguien las apoye.

 

P: ¿Hay alguna banda latinoamericana que te gustaría fichar? ¿Alguna mexicana?

LC: Seguro. Solo hemos estado una vez en México, y en aquella ocasión me hicieron una recopilación de canciones de grupos que estaban en ese momento, el que más me gustó fue uno que se llamaba Postpastel. Lo escuché y dije, ostra quiero ficharlos. Cuando fui a preguntar me dijeron que ya no existía. Joder, no me lo podía creer. Es uno de mis grupos mexicanos favoritos, solo conozco cuatro canciones, dos de ellas, Fey no more y First Barbie, a día de hoy las escucho y pincho.

Carla Morrison también estaba en esa recopilación de canciones. Ella había sacado su primer trabajo, un mini LP de cinco o seis temas que disfruto mucho, al igual que su primer disco. Hablamos de hacer algo juntos, al final no pasó nada, pero es otra artista mexicana que sigo.

María Daniela y su Sonido Lasser es muy buena, en las fiestas solía pinchar las canciones de su primer disco como Fiesta de cumpleaños, Mi primera vez, Yo no soy así, incluso una versión de Mi muñeca me habló, que hicieron para un recopilatorio del programa chileno 31 Minutos.

Hay un grupo de chicas mexicanas de los 60, Las Chic´s, me encantan, son mi grupo mexicano favorito. He buscado su disco por internet y lo venden carísimo, me gustaría relanzarlo, es un poco locura, antes ya he pensado en reeditar cosas que me gustan, pero es difícil porque no hay tiempo con todo nuevo que sacamos.

Los Blenders son otra banda que escucho, los conozco desde que empezaron.

En España, la música latinoamericana independiente suena bastante: Las Ligas Menores (Argentina) estuvieron de gira hace poco. Dënver (Chile) vino varias veces. Nosotros en Elefant hemos tenido a Entre Ríos y Modular que son grupos argentinos, también editamos discos de música brasileños. Ahora hay un interés mucho más importante en América Latina de lo que había hace unos años.

Soy muy fan y coleccionista de discos de artistas brasileños. Lo que surgió desde 1960 hasta mediados de los 70, esos quince años, creo que es la mejor música que se ha hecho en el mundo. No hablo solo de bossa nova o tropicalismo, hablo de punk y mucho más.

 

P: Durante los últimos años, algunos grupos que están o estuvieron relacionados con Elefant vinieron a México: Los Fresones Rebeldes (Barcelona), Los Planetas, Papá Topo (Mallorca)… cómo fue que decidieron cruzar el Atlántico.

LC: A todos los grupos de Elefant les encantaría ir a México, si no van es porque es difícil, es costoso comprar billetes. Los viajes a Japón y a México han sido unos de los momentos más importantes de nuestra vida, eso ocurrió porque estábamos con el proyecto de hacer cosas con Elefant en México, pero también porque Julieta Venegas invitó a La Bien Querida (Bilbao) a tocar en dos de sus conciertos y eso nos ayudó a poder ir. De querer ir más, queremos.

 

P: Varias de las bandas de Elefant aparecieron en Alguien más y Soy tu fan, series de Canal Once producidas por Gael García y Diego Luna. ¿Te gustó que Family, La Buena Vida (San Sebastián), Cola Jet Set, My Little Airport… le pusieran música a la vida cotidiana mexicana?

LC: Mucho. El acercamiento se dio gracias a un amigo argentino, Federico Novick, que es hermano de Constanza Novick, ella creó las series junto con Dolores Fonzi.

Soy tu fan la pudimos ver acá, buscábamos los capítulos, que no era fácil, y seguíamos la serie. Fue muy guay, muy chulo. Toda la banda sonora me gustó, porque en los primeros capítulos aparecía Carla Morrison y Agrupación Cariño. Fue un momento muy divertido. Alguien más desafortunadamente no la llegamos a ver.

P: Pese al momento de la música, el indie pop y el rocanrol españoles lucen sanos. Tengo la impresión de que se debe a que después del franquismo en España se sintió que había todo que recuperar.

LC: Viví la época de la eclosión de finales de los 70 y principios de los 80, con todo lo que fue la Movida en España. La explosión de sellos independientes fue muy importante para mí, me marcó y es el detonante de que exista Elefant Records, pero a mediados de los 80 todo eso desapareció, esa generación de grupos y compañías independientes fueron absorbidas por multinacionales, se perdió el circuito y comenzaron a hacer cosas terribles. De repente, a principios de los 90, aparecieron muchos sellos como Elefant, llegó una nueva generación a la que toda la época de la Movida y el Franquismo les quedaba un poco lejos. Esto que me cuentas lo veo mucho más conectado con esa primera explosión independiente y no con lo que hay ahora.

 

P: Elefant ha sido parte importante tanto del Sonido Donosti como de la Movida Madrileña, ¿cuál prefieres?

LC: La Movida es la banda sonora de mi juventud y mi adolescencia, fue una parte súper importante en la vida de todos. Entre mis 12 y 18 años, la viví y tengo un pozo de melancolía, de primeras veces con esas canciones. Luego, con el Sonido Donosti hay grupos como Family o Le Mans que representan los primeros años de Elefant Records y que, por otros motivos, fueron igual de importantes para mí. Es imposible decidirme por alguno.  

 

P: Con el auge del trap, el hip hop, el electro, el regetón, ¿te parece que es más fácil o más difícil el surgimiento de una disquera como Elefant?

LC: Siempre ha sido complicado. Somos una compañía pequeña, independiente y, por decirlo de alguna manera, casera. Trabajamos de forma muy profesional porque hacemos cosas en todo el mundo, pero realmente el núcleo de Elefant somos tres personas. Vivimos en una casa de tres plantas donde la oficina está arriba. Tenemos un nicho de público muy específico. La dificultad es masomenos la misma.

Está claro que cuando empezamos, la comunicación no era tan buena como hoy. En los 80 el desarrollo de los grupos a nivel mundial era muy lento: podía salía en Inglaterra y triunfaba, al mes siguiente se publicaba en Estados Unidos, pasaban dos meses  y empezaba a tener éxito. Ese desarrollo duraba un año o dos, cuando ahora puede tomar un día. Si la gente conecta con un grupo, inmediatamente hay una comunicación, en cuestión de horas se hacen muy conocidos.

 

P: Sobre el trap: ¿qué te pareció la colaboración de Yung Beef (Granada) con Los Planetas?

LC: Es interesante. No hay que estar cerrado a los cambios que ocurren en el mundo de la música. El trap al principio lo vi un poco como cuando yo era adolescente y surgió el punk, pero ahora lo que pasó es que ha llegado muy rápido al gran público, algo que no les pasó a esas bandas de punk. Imagínate que a los dos años de que surgieron los Ramones o los Sex Pistols estuvieran sonando en el supermercado o saliesen en programas importantes de televisión, por fortuna eso no ocurrió, porque esa era su gracia. El trap ha traspasado una frontera, ha perdido un poco el punto underground. Coger elementos del trap, traerlos a otros estilos musicales para actualizar la propuesta, como lo hicieron Los Planetas, es muy bueno.

 

P: ¿Cuál ha sido tu tocada favorita de Elefant?

LC: Son 30 años. Lo mejor ha sido todo. A Family les pudimos ver tres veces en directo. Los primeros y únicos conciertos de Le Mans. Antes hablamos de Camera Obscura, su primera gira fuera de Escocia fue en España y estuvo muy guay. Los conciertos de la Casa Azul. Hemos visto a Cariño (Madrid), que es un grupo nuevo, un montón de veces y cada vez nos gustan más, los conciertos son flipantes. Todos tienen su momento.

–0–

La despedida de la charla con Luis se pudo prolongar durante horas, lo que me hizo pensar, de nuevo, en que la vena más romántica y primigenia de Elefant Records es esa: hacer amigos con los cuales compartir la música que te gusta, sin importar que estén al otro lado del mundo, que sea la primera vez que conviven o que uno desayune mientras el otro se prepara para la merienda. Al fin, todos somos de provincia.

Imagen tomada de 20minutos.es

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Cómo calificar un altar de muertos | Columna de León García Lam

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VOLUTA IX.

La antropología (eso piensa una buena parte de la población) es una ciencia sin gran aplicación práctica. Sirve, entre otras muy pocas cosas, para determinar al ganador del concurso de altar de muertos que se organiza cada año en cada escuela de México. En mi flaco currículum, durante mis pininos profesionales se amontonan los reconocimientos que dicen más o menos así:

La escuela Bomberos Heroicos perteneciente al SEER otorga el presente reconocimiento al Mtro. (en ese mundo todos somos maestros) León García Lama por su valiosa participación como jurado en el TRADICIONAL CONCURSO DEL ALTAR DE MUERTOS “INNOVANDO NUESTRAS TRADICIONES”. Luego viene un lema como “El saber se forja con el conocimiento de cada día”, a 31 de octubre de (cualquier año entre 1997 y el 2012). Firman: autoridades escolares.

Por esa razón, estimadas y estimados tres lectores de la Voluta, les lego la sabiduría que se adquiere al ser jurado, año tras año, de la verdadera tradición de México que no es poner un altar, sino el concurso “para que no se pierdan las tradiciones”.

Bueno, no lo haré, sino hasta el próximo año (si es que) porque en este 2020, no se realizará ningún concurso “tradicional”, aunque paradójicamente es el año con más muertos que hemos tenido en la historia de México: 40,863 muertos por violencia; 139 153 por causas asociadas al COVID más los muertitos de causas “normales” dan la escalofriante y huesuda cifra de 193 170 muertes, dicho conservadoramente por las instituciones oficiales (CENAPRECE).

 

Cómo poner un altar de muertos

Lo más importante ya lo tenemos: los muertitos. Lo segundo más importante también: el hambre de tamales. Ponga una mesa y una caja pegados a la pared, simulando una pirámide de tres pisos que es una representación del mundo. ¿El mundo tiene tres pisos? Sí y trate de no hacer preguntas. Un altar digno presume dos características: cuida la simetría y está organizado en montones de 2, 3 y 4 cosas ¿por qué? Pues ya le dije: no haga preguntas. Usted ponga en las esquinas 3 naranjas, en un platito 4 tamales y otros tantos plátanos de alfeñique, 2 panes de muerto en cada lado de su altar. La lógica obedece así: si usted fuera muerto ¿qué necesitaría? Un chocolate, unos cigarritos (allá en el mundo de los muertos todos fuman, incluso los que murieron de enfisema), una cervecita, un camote, un dulce de chilacayote. La imagen es etérea como los recuerdos, una fotografía ayuda, no al difunto a reconocerse, sino a saber que las ofrendas son para él o para ella y que puede invitar a sus compitas. Se sabe de diálogos así:

–¿A ti qué te pusieron, tú?

–Unas guayabas, un vaso sin nada, otro con tierra, otro con agua y una veladora (quesque los cuatro elementos), un puño de sal y un caminito de cempasúchil.

–No, pus te fue bien, a mí no me pusieron nada, pero la chaviza se andaba pintando la cara como osos panda, que porque “es la tradición”.

–Acá pusieron tamalitos, taquitos de pastor, atole, cafecito, frutas y dulces.

–¿Dónde dónde?

 

La poesía

Nocturno en que habla la muerte

Xavier Villaurrutia

 

Si la muerte hubiera venido aquí, conmigo, a New Haven,

escondida en un hueco de mi ropa en la maleta,

en el bolsillo de uno de mis trajes,

entre las páginas de un libro

como la señal que ya no me recuerda nada;

si mi muerte particular estuviera esperando

una fecha, un instante que sólo ella conoce

para decirme: “Aquí estoy.

Te he seguido como la sombra

que no es posible dejar así nomás en casa;

como un poco de aire cálido e invisible

mezclado al aire duro y frío que respiras;

como el recuerdo de lo que más quieres;

como el olvido, sí, como el olvido

que has dejado caer sobre las cosas

que no quisieras recordar ahora.

Y es inútil que vuelvas la cabeza en mi busca:

estoy tan cerca que no puedes verme,

estoy fuera de ti y a un tiempo dentro.

Nada es el mar que como un dios quisiste

poner entre los dos;

nada es la tierra que los hombres miden

y por la que matan y mueren;

ni el sueño en que quisieras creer que vives

sin mí, cuando yo misma lo dibujo y lo borro;

ni los días que cuentas

una vez y otra vez a todas horas,

ni las horas que matas con orgullo

sin pensar que renacen fuera de ti.

Nada son estas cosas ni los innumerables

lazos que me tendiste,

ni las infantiles argucias con que has querido dejarme

engañada, olvidada.

Aquí estoy, ¿no me sientes?

Abre los ojos; ciérralos, si quieres.”

 

Y me pregunto ahora,

si nadie entró en la pieza contigua,

¿quién cerró cautelosamente la puerta?

¿Qué misteriosa fuerza de gravedad

hizo caer la hoja de papel que estaba en la mesa?

¿Por qué se instala aquí, de pronto, y sin que yo la invite,

la voz de una mujer que habla en la calle?

 

Y al oprimir la pluma,

algo como la sangre late y circula en ella,

y siento que las letras desiguales

que escribo ahora,

más pequeñas, más trémulas, más débiles,

ya no son de mi mano solamente.

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LA ALEGRIA | Columna de Juan Jesús Priego

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LETRAS minúsculas.

«¿Sabes, Hump? –confiesa el héroe de una de las novelas de Gilbert K. Chesterton, el gran polemista inglés-, los hombres modernos tienen una idea muy equivocada de la vida. Parece que esperan de la naturaleza lo que ésta nunca ha prometido darles y, mientras tanto, destruyen todo aquello que en realidad les da.
En las iglesias ateas de Ivywood todos hablan de paz perfecta, de confianza sin límites, de alegría absoluta y de corazones que laten por todos, pero no por ello tienen un aspecto más alegre que los demás… Yo no sé si Dios entienda por felicidad el gozo que todo lo comprende y todo lo supera, pero Dios quiere que cada hombre tenga su alegría, y yo tengo toda la intención de no dejármela robar».

Para ser sincero, yo también he escuchado muchos discursos como el de las iglesias ateas de Ivywood, y no precisamente en las iglesias ateas de Ivywood; también yo he oído cientos de sermones que hablan de paz perfecta, de confianza sin límites, de corazones que laten por todos, y acaso no sólo los haya oído, sino tal vez incluso pronunciado. Lo que no sé es si modificando el texto de Chesterton y escribiendo «parroquias cristianas» allí donde él sólo dijo «iglesias ateas» cambiarían mucho las cosas.

Los cristianos hablamos de resurrección, de vida perdurable, de providencia o cuidado de Dios, de amor sin límites, pero no por eso vivimos más contentos. Todo parece indicar que los creyentes nos tomamos bien poco en serio lo que nos dicen nuestro pastores en sus –a menudo largos y muy aburridos- sermones. Sí, hemos de confesarlo bajando la cabeza: en nuestras iglesias, las homilías son saetas que esquivamos lo mejor que podemos… Cuenta Julien Green en un librito suyo titulado Liberté que hubo en París no hace mucho tiempo una dama de la alta sociedad que cada vez que iba a Misa advertía con severidad a su sirvienta: «Si el señor cura predica sobre la fe o sobre el perdón de los pecados, me dejas dormir; pero si habla de María Magdalena, me despiertas». Ella, como quiera que sea, iba a la iglesia únicamente a cumplir, y, por supuesto, a dormirse.

«Voy a definirle lo contrario de un pueblo cristiano –dice el párroco de Torcy en esa gran novela de Georges Bernanos que es su Diario de un cura rural-: lo contrario de un pueblo cristiano es un pueblo triste, un pueblo de viejos. Acaso me objete usted que la definición tiene muy poco de teológica, pero basta para hacer reflexionar a los caballeros que bostezan los domingos en Misa. ¡Claro que bostezan! No querrá que en media hora semanal, la Iglesia pueda enseñarles la alegría. E incluso si se supieran de memoria el Catecismo de Trento, no estarían probablemente más alegres».

Y sí, la verdad es que la fe debería tener el poder de hacernos más alegres, más sonrientes, menos hoscos. Un cristiano no debería atreverse a salir a la calle si antes no ve reflejado en el espejo un rostro resucitado.

Cuando, hace ya muchos años, leí por primera vez La farisea de François Mauriac, cómo se me quedó grabado lo que dijo uno de los personajes al referirse a una antipática señora que andaba por allí cerca y que se las daba de muy católica: «Lo que voy a decir puede asustarte, pero pienso que es mejor ser una bestia inmunda que tener la clase de virtud de Brigitte Pian». ¡Dios mío, qué frase más dura! Y; sin embargo, es preciso reconocerlo: sí, hay en este mundo gente muy católica, lo que se dice muy católica, pero al mismo tiempo muy insoportable y muy antipática. ¿Por qué se avergüenzan de mostrar un rostro atractivo y jovial? ¿Qué se lo impide?

A estas personas habría que recordarles lo que escribió una vez Andrew M. Greeley en uno de sus libros: «Las personas que creen en la resurrección deben ser gente alegre, y los cristianos católicos que tienen una visión relativamente más benigna de su naturaleza que nuestros hermanos separados, tienen que ser una congregación de gente más alegre, más jovial y más bromista. Todo lo que tengan de graves, de ásperos, de severos lo tienen de fallo como católicos… La Iglesia necesita hombres que tengan visión. Necesita hombres jubilosos, alegres y de corazón fuerte que caigan en la cuenta de que, a pesar de lo desesperada que pueda ser la situación, nunca se la debe permitir que se ponga seria; y aunque puedan extinguirse las luces, siempre hay esperanza de que vuelvan a encenderse». La excesiva severidad no siempre es signo de seriedad; a menudo es más bien muestra de una soberana estupidez.

San Pablo, poco antes de poner punto final a la carta que dirigió a los filipenses, les amonesta así: «Como cristianos, estén siempre alegres: se lo repito, estén alegres. Que todo el mundo note lo comprensivos que son. El Señor está cerca, no se angustien por nada» (4, 4). ¿Por qué esta insistencia del apóstol en cosas tan aparentemente secundarias como la alegría? ¿Por qué les dice una y otra vez que estén alegres? ¡Ah, bien sabía él lo propensos que somos los cristianos a dejarnos llevar por la tristeza y a andar por las calles de la vida mostrando un rostro de amargura!

¿Ha leído usted una famosa pieza teatral de Paul Claudel (1868-1955) titulada El padre humillado? Pues bien, en esta pieza hay una escena en la que el Papa envía este mensaje a Oriano de Homodannes: «Oriano, hijo mío, haz comprender a los hombres que no tienen otra cosa que hacer en el mundo que estar alegres. Hazles entender que la alegría que nosotros conocemos y estamos encargados de transmitir no es una palabra vaga o un insípido lugar común de sacristía, sino una noble, deslumbrante, íntima y profunda realidad, en cuya comparación lo demás no vale nada. Esta alegría es algo humilde, material, atrayente, como el pan que se apetece, como el vino que nos parece bueno, como el agua que nos hace morir cuando no nos la dan, como el fuego que quema, como la voz que resucita…».

¡Ah, sería necesario que el Papa nos enviase una carta en la que nos hablara largamente sobre la conveniencia de la alegría! No sé, tal vez sólo entonces nos la tomaríamos un poquito más en serio…

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Un cohete potosino para el padre de un robot pianista | J.R. Martínez/ Dr. Flash

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EL CRONOPIO.

El 14 de marzo de este dramático dos mil veinte, en pleno inicio de la crisis del coronavirus en San Luis Potosí, se lanzaba después de cuarenta y ocho años, un cohete en Cabo Tuna. El municipio de Charcas sería el testigo de esta histórica fecha, pues el cohete de combustible sólido Fénix 2, es uno de nueva generación que recupera el proceso histórico en el diseño de cohetes en el país y en especial en nuestro estado.

El cohete fue desarrollado por el Instituto Mexicano del Espacio Ultraterrestre y el Instituto de Física de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, con ello Cabo Tuna vuelve a marcar hitos en la historia de la ciencia y tecnología mexicana.

El programa Cabo Tuna inició en 1957 en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, con el lanzamiento del primer cohete diseñado y construido en México, el Física I, lanzado el 28 de diciembre de 1957. El programa tuvo un receso en 1972 y cuarenta y seis años después reinicia con el nuevo programa “Cabo Tuna, hacia un programa espacial mexicano”, impulsado por el Instituto de Física de la UASLP y el Instituto Mexicano del Espacio Ultraterrestre.

El cohete lanzado en Charcas lleva el nombre de Cohete Fénix I-2 “Alejandro Pedroza Meléndez”. Dedicado al Dr. Alejandro Pedroza Meléndez, por su contribución al desarrollo del área aeroespacial en México, así como a la tecnología mexicana.

Alejandro Pedroza Meléndez es un científico mexicano nacido en Villa de Arriaga, San Luis Potosí, se formó en el Instituto Politécnico Nacional y posteriormente ingresó como investigador en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla donde fundó el Laboratorio de Semiconductores, ahí, bajo su dirección, se construyeron una gran cantidad de dispositivos biomédicos y donde se desarrollaron las primeras celdas solares con calidad espacial en el país. Fundó además el Laboratorio de Microelectrónica, que fue un referente para el desarrollo de la microelectrónica en México; en dicho laboratorio se diseñó y construyó con tecnología nacional, la instrumentación necesaria para la fabricación de microcircuitos. Después se creó la sección de bioelectrónica para aplicarlos a instrumentos médicos.

A los microcircuitos fabricados en el Laboratorio se les dio una aplicación social inmediata en las primeras manos biónicas mexicanas, en los primeros estimuladores óseos mexicanos y en los primeros marcapasos mexicanos.

Alejandro Pedroza y su equipo desarrollaron los primeros microprocesadores en México, con los cuales fue construido el famoso Robot Pianista “Don Cuco el Guapo”, que en la década de los noventa visitó varias veces San Luis Potosí, ofreciendo conciertos en el Teatro de la Paz y en el teatro Carlos Amador, dentro de nuestros eventos de divulgación científica.

Fue director del programa de desarrollo del primer satélite experimental mexicano SATEX-I, donde participaron más de setenta investigadores de once instituciones de educación superior del país.

Alejandro ha recibido reconocimientos en su estado natal: Trayectoria de Éxito en el 2015 y Científicos Potosinos en 1994, en el marco del IV Congreso Nacional de Divulgación de la Ciencia que nos tocó organizar, aquí en San Luis Potosí.

Por toda esta labor en beneficio de la sociedad mexicana, por el camino de la ciencia y la tecnología, se le asignó su nombre al cohete Fénix que perturbara el apacible cielo del altiplano potosino hace siete meses.

 

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