julio 6, 2024

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#Si Sostenido

Rodrigo, señor teatro, “Jamás serás olvidado”, tampoco el elenco | Columna de Jorge Ramírez Pardo

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Jamás serás olvidado

Enred@rte

 

“Aquel año, aquella ciudad, aquellos juegos, aquel miércoles…”

Rodrigo Solo

 

CABALÍSTICOS DÍAS SIETES

Hace tres meses, la mañana del sábado 7 de septiembre, la Casa de la Cultura de avenida Carranza en la capital potosina (denominada museo en la nomenclatura oficial), hospedó a jóvenes aspirantes preinscritos a un taller de teatro para participar en una clase abierta impartida por el dramaturgo, director teatral, actor y escenógrafo Rodrigo Solo.

Durante el suceder de 3 horas, con ritmo, claridad inductiva y fluidez, hubo una clase activa protagonizada por 15 participantes, con escasa o nula experiencia en la disciplina, quienes representaron algunas líneas de pasajes teatrales. El ejercicio fue de tal manera convincente, como para motivar a los asistentes a inscribirse.

Habituales burocracias aplazaron el inicio del taller que arrancó un mes después, el 7 de octubre.

Fueron 9 semanas de taller acompasadas y acompañadas de dificultades diversas. Tantas que, a 3 semanas de lo que sería el estreno de una obra “Jamás serás olvido” -escrita ex profeso por Rodrigo entre el 12 y 13 de octubre y configurada en equipo por el elenco en ciernes-, hubo cambios significativos para la puesta en escena.

Como en otras ocasiones en situaciones semejantes, Rodrigo, el comandante del taller y el grupo de talleristas, afrontaron ese desafío demandante de pasión y talento.

El animador teatral, sacó la casta de dramaturgo. “Jamás serás olvidado” escrita con características de teatro vanguardistas (escasos elementos, experimentación continua y contenido sustantivo depurado de adjetivaciones cliché), esto es, construcción de una historia en función del sentir y evocar del entorno del elenco de talleristas, su percepción interrogativa y des-absolutizada del amor, distintos modelos de familia y autoridad, la sociedad, el ambiente estudiantil universitario; ello con telón de fondo de un suceso mexicano trascendente y trascendido.

El recuento, además, apela medios de comunicación en su momento, en tanto deformadores del suceso; algo similar a cómo hoy sucede con algunos de ellos y con las llamadas fake news.

Por otra parte, es frecuente, si de un hechos históricos conocidos se trata, que, en su re-presentación, sólo cautivará cuando la forma de recontarlo tiene creatividad, elementos empático emotivo/emocionales y un ángulo inédito. Tal es el caso de “Jamás serás olvidado”, la agudeza creativa y, en la puesta en escena, el compromiso  apasionado de quienes le re-presentan.

Rodrigo suele decir al elenco: “el texto es un pretexto…, no es necesario memorizar y se vale improvisar, re-crear o inventar nuevas formas de expresión”. El resultado es un ejercicio pleno de naturalidad, pero con método y disciplina asumida en colectivo.

La única función programada hasta el momento de “Jamás serás olvido”, se llevó a cabo antier sábado 7 de diciembre, en la sala Joaquín Meade de la mencionada Casa de la Cultura, con resultados genuinamente sorprendentes, según se percibe la reacción del público y los valores intrínsecos ya aludidos.

Obra sustancial recomendable para su público prioritario de preparatorianos, universitarios y quienes anduvieron en ese sector hace medio siglo. Un suceso del pasado, bien recontado, es espejo del presente tan urgido de reflexión y concordias.

En un escenario desnudo, tan sólo una decena de sillas y un empleo musical/lumínico de sobriedad acorde a la ausencia, a cargo de Alejandra Escobar; durante un solo acto de 60 minutos, el espectador es convocado a recrear imaginativamente media docena de escenarios y una veintena de situaciones con un juego rítmico e histriónico de profesionales. Teatro esencial, pues.

De amateur –el autodenominado grupo TPE, Taller de Puesta en Escena– sólo tiene el hecho de ser resultado de un taller de enseñanza/aprendizaje breve -70 horas de trabajo- y la juventud en escena de los participantes, pero el resultado proyecta formas profesionales como soporte de un contenido estructurado de apariencia casual, reflexivo e interrogante con matices de humor.

CONTENIDOS CON FORMAS OSCILANTES ENTRE LO LÍRICO Y ÉPICO

Cualidades visibles de la obra aludida y su puesta en escena son:

  • La dirección-no directiva- o no condicionar al elenco y motivarlo a sacar elementos de sus propias emociones (método inspirado en la propuesta del ruso Konstantin Stanislavski –“El actor emocional”-) y el desempeño histriónico comprometido puesto al natural (re-presentar-se, sin sobre-actuar-se).
  • El ajuste argumental de la obra al sentir y vivir cotidiano de actrices y actores en escena.
  • Como en toda pieza escénica autoral genuina y vanguardista, el desdoblamiento de personalidad y rumbo de los personajes re-presentados en primer plano. Esto es, contradecir el conservadurismo des-personalizante de “sino es destino” o “lo que diga mi manager”.
  • Planteamiento multiangular del suceso épico de trasfondo e, incluso, un sutil y correcto debate ideológico, ético y generacional.

VIGOR TEATRAL RENACIDO EN LA LOCALIDAD

Idalia Montiel, Yeshua Isaí, Mariana B, Fernando Méndez y el mismo Rodrigo Solo son los artífices de este hecho teatral inédito en el suceder potosino reciente.

Luego de la función, de entre el público salió la solicitud “queremos otras puestas en escena”; es deseable que el neo nato grupo teatral “se erija en compañía, tenga repertorio y más representaciones de “Jamás serás olvido”. La calidad mostrada lo amerita y demanda.

Rodrigo Solo (Ortega) el de más trayectoria y compañero/impulsor de la representación multicitada, tiene además de sus cualidades teatrales multimodales, formación como arquitecto. De muy joven participó en el Palacio de Bellas Artes en montajes de ópera.

A Rodrigo le distingue ser hermano de Cristina Ortega, recién investida con la Medalla de Bellas Artes por su trayectoria como una de las más destacadas e internacional cantante mexicana de ópera entre los 70 y el fin del pasado milenio.

“OJOS QUE VEN” EN LA HABANA

Mientras tanto, en la capital cubana, se lleva a cabo el más antiguo y trascendente festival de cine en el sub continente latinoamericano: http://habanafilmfestival.com/.

La importancia de este evento deriva de la línea crítica, plural e incluyente que distingue le distingue; misma contagiada hacia el Festival Internacional de Cine de Guadalajara primero, y luego al de Morelia. Le viste también su alianza continua, primero con la productora fílmica cubana, el ICAIC o Instituto Cubano de Artes e Industria Cinematográfica, y luego con Sundence Festival y la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños.

Otro resonante y promotor del festival aludido es la producción de la revista trimestral Cine Cubano, activa como publicación trimestral desde 1960 y de consulta en versión digital desde 2005, que ha dado espacio en sus páginas a ensayos y artículos de autores o creadores latinoamericanos, y de figuras descollantes del mundo intelectual europeo como Jean Paul SartreMarguerite YourcenarCesare Zavattini y Umberto Eco.

ACA EN PUEBLOQUIETO, CAPITAL POTOSINA, CULTURA DE CANGREJOS

Ni por asomo la 4T. En el reglón denominado Cultura y la administración de sus recursos, aún no hay contracción de la obesa, en número y sueldos, cantidad de directivos ociosos e improductivos. Los nepotes o sobrinos de los gobernadores Fonseca y Silva, afianzan la dictadura colectiva inaugurada hace 25 años en el sector. Desde luego, la Casa de la Cultura de avenida Carranza luce como excepción con un ejercicio de exploración y pluralidad.

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Cómo calificar un altar de muertos | Columna de León García Lam

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VOLUTA IX.

La antropología (eso piensa una buena parte de la población) es una ciencia sin gran aplicación práctica. Sirve, entre otras muy pocas cosas, para determinar al ganador del concurso de altar de muertos que se organiza cada año en cada escuela de México. En mi flaco currículum, durante mis pininos profesionales se amontonan los reconocimientos que dicen más o menos así:

La escuela Bomberos Heroicos perteneciente al SEER otorga el presente reconocimiento al Mtro. (en ese mundo todos somos maestros) León García Lama por su valiosa participación como jurado en el TRADICIONAL CONCURSO DEL ALTAR DE MUERTOS “INNOVANDO NUESTRAS TRADICIONES”. Luego viene un lema como “El saber se forja con el conocimiento de cada día”, a 31 de octubre de (cualquier año entre 1997 y el 2012). Firman: autoridades escolares.

Por esa razón, estimadas y estimados tres lectores de la Voluta, les lego la sabiduría que se adquiere al ser jurado, año tras año, de la verdadera tradición de México que no es poner un altar, sino el concurso “para que no se pierdan las tradiciones”.

Bueno, no lo haré, sino hasta el próximo año (si es que) porque en este 2020, no se realizará ningún concurso “tradicional”, aunque paradójicamente es el año con más muertos que hemos tenido en la historia de México: 40,863 muertos por violencia; 139 153 por causas asociadas al COVID más los muertitos de causas “normales” dan la escalofriante y huesuda cifra de 193 170 muertes, dicho conservadoramente por las instituciones oficiales (CENAPRECE).

 

Cómo poner un altar de muertos

Lo más importante ya lo tenemos: los muertitos. Lo segundo más importante también: el hambre de tamales. Ponga una mesa y una caja pegados a la pared, simulando una pirámide de tres pisos que es una representación del mundo. ¿El mundo tiene tres pisos? Sí y trate de no hacer preguntas. Un altar digno presume dos características: cuida la simetría y está organizado en montones de 2, 3 y 4 cosas ¿por qué? Pues ya le dije: no haga preguntas. Usted ponga en las esquinas 3 naranjas, en un platito 4 tamales y otros tantos plátanos de alfeñique, 2 panes de muerto en cada lado de su altar. La lógica obedece así: si usted fuera muerto ¿qué necesitaría? Un chocolate, unos cigarritos (allá en el mundo de los muertos todos fuman, incluso los que murieron de enfisema), una cervecita, un camote, un dulce de chilacayote. La imagen es etérea como los recuerdos, una fotografía ayuda, no al difunto a reconocerse, sino a saber que las ofrendas son para él o para ella y que puede invitar a sus compitas. Se sabe de diálogos así:

–¿A ti qué te pusieron, tú?

–Unas guayabas, un vaso sin nada, otro con tierra, otro con agua y una veladora (quesque los cuatro elementos), un puño de sal y un caminito de cempasúchil.

–No, pus te fue bien, a mí no me pusieron nada, pero la chaviza se andaba pintando la cara como osos panda, que porque “es la tradición”.

–Acá pusieron tamalitos, taquitos de pastor, atole, cafecito, frutas y dulces.

–¿Dónde dónde?

 

La poesía

Nocturno en que habla la muerte

Xavier Villaurrutia

 

Si la muerte hubiera venido aquí, conmigo, a New Haven,

escondida en un hueco de mi ropa en la maleta,

en el bolsillo de uno de mis trajes,

entre las páginas de un libro

como la señal que ya no me recuerda nada;

si mi muerte particular estuviera esperando

una fecha, un instante que sólo ella conoce

para decirme: “Aquí estoy.

Te he seguido como la sombra

que no es posible dejar así nomás en casa;

como un poco de aire cálido e invisible

mezclado al aire duro y frío que respiras;

como el recuerdo de lo que más quieres;

como el olvido, sí, como el olvido

que has dejado caer sobre las cosas

que no quisieras recordar ahora.

Y es inútil que vuelvas la cabeza en mi busca:

estoy tan cerca que no puedes verme,

estoy fuera de ti y a un tiempo dentro.

Nada es el mar que como un dios quisiste

poner entre los dos;

nada es la tierra que los hombres miden

y por la que matan y mueren;

ni el sueño en que quisieras creer que vives

sin mí, cuando yo misma lo dibujo y lo borro;

ni los días que cuentas

una vez y otra vez a todas horas,

ni las horas que matas con orgullo

sin pensar que renacen fuera de ti.

Nada son estas cosas ni los innumerables

lazos que me tendiste,

ni las infantiles argucias con que has querido dejarme

engañada, olvidada.

Aquí estoy, ¿no me sientes?

Abre los ojos; ciérralos, si quieres.”

 

Y me pregunto ahora,

si nadie entró en la pieza contigua,

¿quién cerró cautelosamente la puerta?

¿Qué misteriosa fuerza de gravedad

hizo caer la hoja de papel que estaba en la mesa?

¿Por qué se instala aquí, de pronto, y sin que yo la invite,

la voz de una mujer que habla en la calle?

 

Y al oprimir la pluma,

algo como la sangre late y circula en ella,

y siento que las letras desiguales

que escribo ahora,

más pequeñas, más trémulas, más débiles,

ya no son de mi mano solamente.

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LA ALEGRIA | Columna de Juan Jesús Priego

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LETRAS minúsculas.

«¿Sabes, Hump? –confiesa el héroe de una de las novelas de Gilbert K. Chesterton, el gran polemista inglés-, los hombres modernos tienen una idea muy equivocada de la vida. Parece que esperan de la naturaleza lo que ésta nunca ha prometido darles y, mientras tanto, destruyen todo aquello que en realidad les da.
En las iglesias ateas de Ivywood todos hablan de paz perfecta, de confianza sin límites, de alegría absoluta y de corazones que laten por todos, pero no por ello tienen un aspecto más alegre que los demás… Yo no sé si Dios entienda por felicidad el gozo que todo lo comprende y todo lo supera, pero Dios quiere que cada hombre tenga su alegría, y yo tengo toda la intención de no dejármela robar».

Para ser sincero, yo también he escuchado muchos discursos como el de las iglesias ateas de Ivywood, y no precisamente en las iglesias ateas de Ivywood; también yo he oído cientos de sermones que hablan de paz perfecta, de confianza sin límites, de corazones que laten por todos, y acaso no sólo los haya oído, sino tal vez incluso pronunciado. Lo que no sé es si modificando el texto de Chesterton y escribiendo «parroquias cristianas» allí donde él sólo dijo «iglesias ateas» cambiarían mucho las cosas.

Los cristianos hablamos de resurrección, de vida perdurable, de providencia o cuidado de Dios, de amor sin límites, pero no por eso vivimos más contentos. Todo parece indicar que los creyentes nos tomamos bien poco en serio lo que nos dicen nuestro pastores en sus –a menudo largos y muy aburridos- sermones. Sí, hemos de confesarlo bajando la cabeza: en nuestras iglesias, las homilías son saetas que esquivamos lo mejor que podemos… Cuenta Julien Green en un librito suyo titulado Liberté que hubo en París no hace mucho tiempo una dama de la alta sociedad que cada vez que iba a Misa advertía con severidad a su sirvienta: «Si el señor cura predica sobre la fe o sobre el perdón de los pecados, me dejas dormir; pero si habla de María Magdalena, me despiertas». Ella, como quiera que sea, iba a la iglesia únicamente a cumplir, y, por supuesto, a dormirse.

«Voy a definirle lo contrario de un pueblo cristiano –dice el párroco de Torcy en esa gran novela de Georges Bernanos que es su Diario de un cura rural-: lo contrario de un pueblo cristiano es un pueblo triste, un pueblo de viejos. Acaso me objete usted que la definición tiene muy poco de teológica, pero basta para hacer reflexionar a los caballeros que bostezan los domingos en Misa. ¡Claro que bostezan! No querrá que en media hora semanal, la Iglesia pueda enseñarles la alegría. E incluso si se supieran de memoria el Catecismo de Trento, no estarían probablemente más alegres».

Y sí, la verdad es que la fe debería tener el poder de hacernos más alegres, más sonrientes, menos hoscos. Un cristiano no debería atreverse a salir a la calle si antes no ve reflejado en el espejo un rostro resucitado.

Cuando, hace ya muchos años, leí por primera vez La farisea de François Mauriac, cómo se me quedó grabado lo que dijo uno de los personajes al referirse a una antipática señora que andaba por allí cerca y que se las daba de muy católica: «Lo que voy a decir puede asustarte, pero pienso que es mejor ser una bestia inmunda que tener la clase de virtud de Brigitte Pian». ¡Dios mío, qué frase más dura! Y; sin embargo, es preciso reconocerlo: sí, hay en este mundo gente muy católica, lo que se dice muy católica, pero al mismo tiempo muy insoportable y muy antipática. ¿Por qué se avergüenzan de mostrar un rostro atractivo y jovial? ¿Qué se lo impide?

A estas personas habría que recordarles lo que escribió una vez Andrew M. Greeley en uno de sus libros: «Las personas que creen en la resurrección deben ser gente alegre, y los cristianos católicos que tienen una visión relativamente más benigna de su naturaleza que nuestros hermanos separados, tienen que ser una congregación de gente más alegre, más jovial y más bromista. Todo lo que tengan de graves, de ásperos, de severos lo tienen de fallo como católicos… La Iglesia necesita hombres que tengan visión. Necesita hombres jubilosos, alegres y de corazón fuerte que caigan en la cuenta de que, a pesar de lo desesperada que pueda ser la situación, nunca se la debe permitir que se ponga seria; y aunque puedan extinguirse las luces, siempre hay esperanza de que vuelvan a encenderse». La excesiva severidad no siempre es signo de seriedad; a menudo es más bien muestra de una soberana estupidez.

San Pablo, poco antes de poner punto final a la carta que dirigió a los filipenses, les amonesta así: «Como cristianos, estén siempre alegres: se lo repito, estén alegres. Que todo el mundo note lo comprensivos que son. El Señor está cerca, no se angustien por nada» (4, 4). ¿Por qué esta insistencia del apóstol en cosas tan aparentemente secundarias como la alegría? ¿Por qué les dice una y otra vez que estén alegres? ¡Ah, bien sabía él lo propensos que somos los cristianos a dejarnos llevar por la tristeza y a andar por las calles de la vida mostrando un rostro de amargura!

¿Ha leído usted una famosa pieza teatral de Paul Claudel (1868-1955) titulada El padre humillado? Pues bien, en esta pieza hay una escena en la que el Papa envía este mensaje a Oriano de Homodannes: «Oriano, hijo mío, haz comprender a los hombres que no tienen otra cosa que hacer en el mundo que estar alegres. Hazles entender que la alegría que nosotros conocemos y estamos encargados de transmitir no es una palabra vaga o un insípido lugar común de sacristía, sino una noble, deslumbrante, íntima y profunda realidad, en cuya comparación lo demás no vale nada. Esta alegría es algo humilde, material, atrayente, como el pan que se apetece, como el vino que nos parece bueno, como el agua que nos hace morir cuando no nos la dan, como el fuego que quema, como la voz que resucita…».

¡Ah, sería necesario que el Papa nos enviase una carta en la que nos hablara largamente sobre la conveniencia de la alegría! No sé, tal vez sólo entonces nos la tomaríamos un poquito más en serio…

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Un cohete potosino para el padre de un robot pianista | J.R. Martínez/ Dr. Flash

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EL CRONOPIO.

El 14 de marzo de este dramático dos mil veinte, en pleno inicio de la crisis del coronavirus en San Luis Potosí, se lanzaba después de cuarenta y ocho años, un cohete en Cabo Tuna. El municipio de Charcas sería el testigo de esta histórica fecha, pues el cohete de combustible sólido Fénix 2, es uno de nueva generación que recupera el proceso histórico en el diseño de cohetes en el país y en especial en nuestro estado.

El cohete fue desarrollado por el Instituto Mexicano del Espacio Ultraterrestre y el Instituto de Física de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, con ello Cabo Tuna vuelve a marcar hitos en la historia de la ciencia y tecnología mexicana.

El programa Cabo Tuna inició en 1957 en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, con el lanzamiento del primer cohete diseñado y construido en México, el Física I, lanzado el 28 de diciembre de 1957. El programa tuvo un receso en 1972 y cuarenta y seis años después reinicia con el nuevo programa “Cabo Tuna, hacia un programa espacial mexicano”, impulsado por el Instituto de Física de la UASLP y el Instituto Mexicano del Espacio Ultraterrestre.

El cohete lanzado en Charcas lleva el nombre de Cohete Fénix I-2 “Alejandro Pedroza Meléndez”. Dedicado al Dr. Alejandro Pedroza Meléndez, por su contribución al desarrollo del área aeroespacial en México, así como a la tecnología mexicana.

Alejandro Pedroza Meléndez es un científico mexicano nacido en Villa de Arriaga, San Luis Potosí, se formó en el Instituto Politécnico Nacional y posteriormente ingresó como investigador en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla donde fundó el Laboratorio de Semiconductores, ahí, bajo su dirección, se construyeron una gran cantidad de dispositivos biomédicos y donde se desarrollaron las primeras celdas solares con calidad espacial en el país. Fundó además el Laboratorio de Microelectrónica, que fue un referente para el desarrollo de la microelectrónica en México; en dicho laboratorio se diseñó y construyó con tecnología nacional, la instrumentación necesaria para la fabricación de microcircuitos. Después se creó la sección de bioelectrónica para aplicarlos a instrumentos médicos.

A los microcircuitos fabricados en el Laboratorio se les dio una aplicación social inmediata en las primeras manos biónicas mexicanas, en los primeros estimuladores óseos mexicanos y en los primeros marcapasos mexicanos.

Alejandro Pedroza y su equipo desarrollaron los primeros microprocesadores en México, con los cuales fue construido el famoso Robot Pianista “Don Cuco el Guapo”, que en la década de los noventa visitó varias veces San Luis Potosí, ofreciendo conciertos en el Teatro de la Paz y en el teatro Carlos Amador, dentro de nuestros eventos de divulgación científica.

Fue director del programa de desarrollo del primer satélite experimental mexicano SATEX-I, donde participaron más de setenta investigadores de once instituciones de educación superior del país.

Alejandro ha recibido reconocimientos en su estado natal: Trayectoria de Éxito en el 2015 y Científicos Potosinos en 1994, en el marco del IV Congreso Nacional de Divulgación de la Ciencia que nos tocó organizar, aquí en San Luis Potosí.

Por toda esta labor en beneficio de la sociedad mexicana, por el camino de la ciencia y la tecnología, se le asignó su nombre al cohete Fénix que perturbara el apacible cielo del altiplano potosino hace siete meses.

 

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